sábado, 22 de diciembre de 2007

Libérate del miedo

Cadenas opresoras, garrote de inexorable e impoluto desdén, guillotina que fulmina, desenlace indeseado. Días oscuros; antes enhiestos arbustos derrumbados por el desaire, por la inquietante desgana de un viento intangible, impresentable.

El miedo mata, consume, lo es todo y no es nada, te impregna, desgarra, ignora a la compasión, lapidada. Cancerígeno perseguidor tras tus pasos anda, colaborador, cómplice taimado de la desgracia; traspasamos ya los frondosos bosques que maternal protección emanan, ahora nauseabundos y acorralados hacia atrás miramos, con reservas, con temor, esperando la derrota, la inquina desautorización del pasajero indeseado, del invitado rechazado.

Complicado trabalenguas, acertijo sin respuesta: ¿dónde yacen los olvidados, los otrora valientes y ahora denegados?, cruzaron fronteras, de coaccionado destierro a abierto sucio llanto se vieron desplazados; los sufridos, los queridos, todos los que perdieron el tren se vieron abnegados de ilusión, huérfanos de complicidad y carentes de cariño.
En otra dimensión totalmente opuesta, en una esfera del conflicto no ambicionada, impuesta, decenas de piernas huyen, ¿de quién? Sólo ellos lo saben. Terrorífico ente ensombrecido o… ¿tal vez inexistente antagonista? Nada ahí seguro, únicamente lo aclarado, lo ya intuido de antemano: sonidos a la espalda, desconocido indeseado, tabú infeliz contraindicado, sólo ellos lo saben: el miedo mata.

Como corregir el desorden, como coser lo mal hilvanado, como solucionar los problemas sociales, los actuales y los venideros, como crear justicia y ser ecuánimes, como vamos a salvarnos si ya estamos condenados: de pies y manos atados, con la lengua cortada y los ojos vendados, no hay lugar para la denuncia, el desacato, la protesta, estamos aniquilados, como ya dije de pies y manos atados, con la lengua cortada y los ojos cerrados, la libertad de luto; el miedo orinó sobre su tumba, el orden perdió todo su significado: sin libertad para que queremos sentirnos seguros, ya estaríamos enterrados, pero sin seguridad el pavor contraatacaría, enfilaría su corcel guerrero, temido, hacia nosotros, tras lo cual desenvainaría su espada, mortal estocada dejaría tras de sí, lastre infinito, la paz…

1 comentario:

Isabel dijo...
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